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gesto de papel, 2010


|entrada original|

La navidad es una época feliz porque te abrazas a tu familia y te das besos. Lo hagas efectivamente o no, te besas.

Pero por otra parte, la Navidad es una época de recuento de bajas. Felicitas a los que están con un ojo en los que ya no están. Adoras vivir como siempre pero echas en falta a un montón de gente que ya no está, por tu culpa o por la de ellos o por culpa de la vida, que de cuando en cuando le da por terminar. Tus pelotas se ponen nerviosas porque un montón de tipas desconocidas se sienten solas y van a pagarlo con alguien, y sabes que si estás en medio van a pagarlo contigo como es debido. Sabes que la mesa está ya puesta y no tienes que hacer demasiado más que presentarte como comensal.

Hola, soy un comensal.

Bienvenido.

En navidad haces recuento de ex-, porque es el modo en el que las cosas suceden. Haces recuento de ex- con las pelotas nerviosas, lo que no deja de ser extraño. Lo que no deja de ser confuso. Lo que no deja de ser incoherente. Lo que no deja de ser imbécil. Pero nunca has dejado de ser imbécil, lo cual te tranquiliza. Ser imbécil es una especie de paz que nunca termina de repartir aureolas de calma.

En Navidad has salido a dar una vuelta y has terminado en un puto parque echando un polvo idiota que no va a llegar a ninguna parte, pero relaja. En ese sitio haciéndole un nudo al condón mientras te das la vuelta y finges prisa. No me preguntes dónde quiero estar.

«Tengo que irme».

Como si fuera a caer en hueso. Como si fuera a ser importante. Como si estuvieras menos borracho que ella. Como si importara algo.

Cuando esa tipa se decantó por ti volvió el hormigueo en la punta de los dedos, el corazón acelerado. Duró casi un segundo. Fue precioso.

Pero entonces te acordaste de Lore, de Nuria, de Hare, de Sara, de Nano, de Miguelón, de Vic, de Leti, de Santi, de Ana, de Raúl, de Amaya, de Ana, de Canta, de Ortondo, de Silvia, de Anticrisis Consort, de Frodo, de Manu, de Rosa, del Galés, de Goyo, el puto Goyo, del ex alumno de guitarra, de Jara, de Abelardo, de todos aquellos que por un motivo cierto o incierto, razonable o idiota, ya no están por aquí.

Y es muy jodido acordarse de todo eso mientras tienes el puto culo frío sobre el banco frío y estás follándote a una persona que piensa que estás con ella en ese momento. Mientras eres consciente de que no quieres llevarla a casa porque no quieres verla en casa, y por eso te la follas en un parque frío en un banco congelado. Porque es lo que menos quieres ver en casa. Agujeros. Lo que olvidando juraste recordar, lo que recordando juraste no recordar jamás.

Y te sientes extraño, porque tienes la polla dentro de alguien que no te importa una mierda mientras no hablas con la gente que te importa sobremanera.

Y es navidad.

Eso pesa.

Eso da un puntito. Da una vuelta de tuerca sobre tu cuello.

Te hace titubear lo suficiente como para necesitar un descanso. Para dejarlo todo. Para llegar a casa y meterte bajo las sábanas como si no hubiera otro premio posible.

Y entonces duermes.

Y después de follar y ser follado felicitas la navidad a todos aquellos que ya no ves. Y les deseas lo mejor. Y deseas verles de nuevo. Y aunque no te vean nunca más, sigues deseándoles lo mejor.

Y entonces sí que duermes, como un campeón.

O eso te susurras al oído mientras no dejas de mirar el suelo bajo tus pies.

Y el gesto de papel se tiende tierno a mi lado.

la cultura es un derecho que restringe la propiedad intelectual

«Si algo hay que reprocharle es su tibieza. Tendía a ser muy moderada. Para mí es más efectiva la ley francesa, que primero advierte a los usuarios y luego actúa contra ellos, como se hace con los delincuentes, es decir, no solo contra las páginas, porque los usuarios deben saber que lo que hacen es un delito. Los argumentos de los defensores de las descargas no son una defensa de la libertad sino todo lo contrario: un auténtico asalto a la libertad de creación».
Fernando Sabater, artículo sobre la caída de la «Ley Sinde» en ElPais

«Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho.»
Constitución Española, Artículo 44.1

«No necesita autorización del autor la reproducción, en cualquier soporte, de obras ya divulgadas cuando se lleve a cabo por una persona física para su uso privado a partir de obras a las que haya accedido legalmente y la copia obtenida no sea objeto de una utilización colectiva ni lucrativa, sin perjuicio de la compensación equitativa prevista en el artículo 25, que deberá tener en cuenta si se aplican a tales obras las medidas a las que se refiere el artículo 161. Quedan excluidas de lo dispuesto en este apartado las bases de datos electrónicas y, en aplicación del artículo 99.a), los programas de ordenador.»
LPI, Artículo 31.2

“El propietario ya no es –como confundía la doctrina liberal- el titular de un derecho sobre el bien, sino, más precisamente, el titular de algunos poderes, que tienen como objeto el bien. Porque, en efecto, no cabe ya identificar el derecho de propiedad con la sujeción o sumisión de una porción del mundo físico a la indiscriminada voluntad de su titular.

«En otros términos, el propietario no es el exclusivo titular del bien, aunque resulte evidente que goza de ciertos poderes sobre el mismo. Es, por otro lado, la satisfacción de la finalidad social del derecho la que legitima el otorgamiento, conservación y tutela de la propiedad. Al no ser el exclusivo titular, porque tan sólo goza de algunos poderes que tienen por objeto el bien y al ser delimitados éstos –por la misma sociedad: el legislador- para alcanzar un fin social, conectamos de nuevo con que es la colectividad la que ostenta, por así denominarlo, un derecho primario sobre los bienes”.
Javier Barnés. «La propiedad Constitucional. El estatuto jurídico del suelo agrario». Citado en David Bravo, Copia este libro

Que Savater es una persona que hace tiempo perdió el norte a mí me parece más que evidente, pero aún así a veces uno debería prestar más atención a lo que dice. No sé si es el deseo de este señor que se encarcele al 90 por ciento de la población, pero aunque así fuera lo que debería preguntarse es:

1. ¿Es legal esto que propongo para combatir algo que yo estoy tildando de ilegal?
2. ¿Realmente es ilegal lo que estoy llamando ilegal?

Pero para eso habría que renunciar a hacer publicidad y difamar que algo queda antes de informarse correctamente. Tengo más que serias dudas sobre que Fernando Savater no se procure debida información, así que la conclusión a la que llego es que lo que le interesa es combar el espacio-tiempo a su antojo para amoldarlo a las conclusiones que él solito ha sacado para proteger sus intereses.

la cultura es un derecho por algo

Lo que se plantea aquí es un asunto muy peliagudo, con muchos tendones, nervios y venas, por lo que hay que operar con cuidado.

La cultura es un derecho. Me parece que nivelarla según el poder adquisitivo del que quiere disfrutarla es un modo de favorecer una educación selectiva y, a medio plazo, una herramienta para mantener las diferencias sociales. Me niego a que el que más dinero tenga pueda proveer a sus hijos de más y mejor cultura y que el que menos tenga esté condenado a repetir en sus hijos su propia situación debido a una educación y riqueza cultural deficiente.

Para luchar contra esa injusticia, y pese a Savater, se incluyó en la Constitución el derecho a la cultura y en la LPI el derecho a la copia privada sobre la cual el autor no tiene capacidad de decisión alguna. Yo tengo derecho a hacerme una copia para uso privado de cualquier obra que haya sido difundida. No tengo derecho a lucrarme con ella, pero sí a informarme con ella. De ese modo todo el mundo tiene un mismo acceso a la cultura, independientemente de que quiera utilizarlo o no o se utilice para ver el último bodrio que ha llegado al cine. Posteriormente se aplicó el canon para devolver al autor las supuestas pérdidas de ingresos que este derecho de todo ciudadano en teoría le resta. Y digo en teoría porque si no tienes pasta para comprar el original no la tienes con derecho a copia privada ni sin ella.

Es un modo de intentar igualar la situación del acceso a la cultura, que en la Constitución es un derecho.

Claro que eso a gente con pasta como Savater no le preocupa lo más mínimo, sus hijos si los tiene tendrán un acceso excelente a la cultura de pago que perpetua las diferencias sociales estableciendo un modo invisible pero eficaz de castas.

los límites de la propiedad intelectual

De ahí viene todo este lío.

Acceso a la cultura > Copia privada > Canon > Entidades de gestión > Los artistas comen.

Una vez que la obra ha sido difundida el autor conserva la propiedad, pero la propiedad no le da todos los derechos sobre la obra, porque sobre su propiedad se eleva mi derecho a la copia privada de cualquier obra difundida. A él puede parecerle muy mal, pero no puede hacer nada contra ello. En ese sentido, el autor no tiene ningún derecho sobre la copia privada de su obra que yo tengo.

Debemos gestionar los derechos de autor, sobre eso no hay ninguna duda, pero teniendo mucho cuidado con estos tendones y venas: el acceso universal a la cultura para una máxima igualdad posible en las condiciones de partida. Defender a los creadores no puede significar la creación de una élite en función de su poder adquisitivo.

no todo vale

La ley Sinde no se ha ido al carajo porque a nadie le importen una mierda los artistas, sino porque ha intentado resolver una situación injusta creando otra: una en la cual un comité podía cerrar una web, infringiendo la tutela judicial. Creo que si la ley hubiera sido aprobada hubiera sido rechazada después por inconstitucional. En mi opinión lo es.

Todos los artistas de los que he leído comentarios sobre la caída, como Alejandro Sanz, lloran porque nadie defiende a los artistas y porque no se ha aprobado esta ley, pero ninguno entra en honduras sobre la ley en sí, sobre sus métodos, sobre si es una buena herramienta para solucionar el problema o no. Sólo se quejan de que no haya sido aprobada. Otros dicen que no era perfecta pero al menos era algo, como si semejante tontería se pudiera decir sin sentir vergüenza inmediata: no nos sirve cualquier cosa, nos sirve algo que resuelva el problema sin vulnerar ningún derecho. O Alex de la Iglesia, diciendo que independientemente de la redacción lo importante es la intención, lo que sucede es que en el mundo real es la redacción la que te lleva a juicio, y no la intención.

Entre lágrimas algunos creadores nos dicen que se van a morir de hambre y que la cultura en este país va a desaparecer, y estoy de acuerdo en que es algo que hay que solucionar a la mayor brevedad posible. Pero no de cualquier modo.

Defender a los autores es una causa indiscutible, cercenar derechos para ello es indefendible.

no me guarrees la charca

Que la cultura es un factor determinante en la educación no es discutible (todo lo es, por supuesto, pero la discusión no sería muy larga), que la cultura es un bien que genera pensamiento crítico y personas informadas es menos discutible aún, por eso se debe proteger el acceso universal a la misma.

Los creadores comen, eso está claro, y hay que buscar formas de que obtengan ingresos sin vulnerar el derecho a la cultura y el de la copia privada, que son los garantes de la universalidad de la información, vinculada al derecho a la educación.

Una ley que intente cerrar webs de descargas al mismo tiempo que deja abierta la puerta a que el gobierno de turno cierre páginas molestas sin la debida tutela judicial no es una ley que se pueda aprobar, por mucho que defienda los intereses de los artistas. Habrá que buscar un modo de defender estos derechos sin vulnerar otros.

En este equilibrio estamos. La copia privada es un mecanismo de seguridad eficaz, efectivo y necesario para revertir situaciones injustas de desigualdad de oportunidades en función del poder adquisitivo, pero los artistas comen. Las entidades de gestión de derechos de autor quizá no estén repartiendo justamente sus ingresos. Así está la charca.

Cualquier solución deberá respetar los derechos existentes, o intentará vencer una injusticia con otra, lo cual no sirve sino para empezar una nueva guerra el mismo día que terminó la anterior.

Lo realmente cierto es lo que comenta Kiko Veneno, estamos dejando un campo minado, y en un campo minado se conversa fatal. El odio es mal conductor del entendimiento.

una pareja de imbéciles en el supermercado

Decido ir a un supermercado a por comida después del curro. Normalmente después del curro no me apetece hacer nada que no sea ensuciar, leer, tomarme unas cervezas (solo o con alguien, indistintamente), revisar algo en el ordenador o jugar al wow. Normalmente. Pero ayer, vete tú a saber por qué, me apetecía cocinar. Cocinar, a estas alturas de mi vida. Por eso me meto en el supermercado a por ajetes, patatas, cebollas, champiñones… festival de la tierra. He decidido hacer lentejas y pescado al vino blanco. He decidido comprar rápido, para que el hartón del curro no se mezcle con el hartón del centro comercial y evitar la embolia.

Nada más entrar por la puerta están ahí. Él, con un traje ligeramente grande, puños de la camisa tapando las manos, corbata amarilla y negra y ella, pelo rizado con orquillas de avispas, bolsito en el que no cabe ni un cleenex si no está bien doblado y traje de lana gris un poco quiero y no puedo ser tan estupenda como doy a entender. Ambos gafapastiles y despeinados y empalagosamente guays en general. Ambos generando espectáculo, representando su vida delante de gente que intenta llenar la nevera en silencio y rápido para pasar a cosas más interesantes, que suelen incluir encender el televisor y descolgar la mandíbula inferior hasta que la baba comunique.

«Cariñooooooooooooo, ¿quién te quiere tantoooooooooooooo?»

Yo no, desde luego.

Les sigo con la misma curiosidad morbosa que me impide apartar la vista cuando me pinchan. Les encanta. Se encantan. Buscan las zonas con gente para seguir consumiendo su droga.

«Cariñíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin, ¿tenemos lecheeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee?»

Ambos se miran y se abrazan, sonríen. Pero todo forzado, todo complicado, todo perpetrado. Es curioso ver como cuando entran en un pasillo vacío prácticamente ni se miran. No se hablan. Giran la esquina, se topan con alguien y de nuevo empieza la obra de teatro estúpida a la que drenan la vida.

«Estos penecillos te encantan, ¡voy a llevarlos para tiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!»

«Uiuiuii, ¡has dicho penecillos!»

«Jojojojujuju, ¿síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii?»

A juzgar por las canas tienen entre 30 y 40 años. De su comportamiento sería imposible deducirlo. Me parece curioso comprobar los silencios en los que entran cuando no hay nadie para ver los diálogos, así que me divierten un ratito más. Luego me aburren como Gran Hermano XXVIII (o por la edición que sea que vayan ya) y por los mismos motivos, por lo que les dejo y me voy a lo mío.

Y es entonces cuando empiezo a encontrármelos por todas partes.

Tirándose besos en la panadería, ocupando entre dos todo el espacio de la tienda e impidiendo que NADIE MÁS pueda coger una barra de pan y largarse, sobre todo impidiendo que yo coja el pan y me largue. En la sección de postres, haciendo barricada con el carrito y lanzándose comentarios acerca de comerse tiernamente cosas el uno al otro. El carro en un extremo, ella en el centro del pasillo y él a la derecha. Algunos clientes encerrados en medio. Gente que les mira como si fueran de otro planeta o como si la forma ideal de la justicia consistiera en mandarles a otro planeta.

Y hacerlo ahora mismo.

Y por último en la caja. Justo detrás de mí.

Hablando de cómo iban a colocar la comida en la nevera, y sobre lo bien que iban a quedar los yogures al lado de las mermeladas.

Cuando estaba a punto de tocarme no aguanté más y me fui de la caja, a la del otro extremo.

Mientras esperaba les vi pasar los productos y pagar, con grandes risas y comentarios jocosos. Después, tras recoger las bolsas, salieron hacia la puerta. Sin gran despedida final, en silencio, despacio, mirando ambos al suelo.

Con el telón bajado, hasta el momento en el que la situación les permitiera levantarlo de nuevo.

Cuando salí, él metía las cosas en el coche mientras ella esperaba sentada en el asiento del acompañante. En el capó del mío un moscardón enorme estaba atontado por el frío. Metí las bolsas en el asiento de atrás, el moscardón en el salpicadero, arranqué y puse la calefacción a tope, esperando que el bicho entrase en calor, se desperezara y viviera lo justo para morir un par de horas más tarde en otro sitio.